Paradojas de la pluralidad

Publicado en El Universal el 5 de septiembre de 2015

La composición de la nueva Cámara de Diputados es la más plural de la historia reciente de México. Paradójicamente, este hecho es una buena noticia para el presidente Enrique Peña Nieto y su partido, el PRI, y una mala noticia para los partidos de oposición.

La legislatura entrante de la Cámara baja está integrada por nueve partidos y un diputado independiente. Incluso si ponderamos el número de partidos por el tamaño relativo de sus bancadas (una métrica comúnmente usada por politólogos, conocida como número efectivo de partidos) la cifra es la más alta de, por lo menos, los últimos 50 años: 4.15 partidos.

En general, se asume que mientras más plural es un órgano legislativo más difícil es construir una mayoría para aprobar cambios legales y gobernar. Entonces, ¿por qué esta composición de la Cámara de Diputados es una buena noticia para Peña Nieto y el PRI?

Primero, porque el PRI volverá a ser la minoría más grande, un patrón que se ha repetido desde 1997 (excepto en 2006-09). A pesar de que en 2015 el PRI recibió casi 4.3 millones de votos menos que en 2012, una observación repetida por diversos analistas, el tamaño de su nuevo grupo parlamentario (40.6 por ciento de las curules) es prácticamente igual que el de la legislatura anterior (41.4 por ciento).

Y segundo, porque el PRI tendrá pocas dificultades para construir mayorías legislativas. Junto con el PVEM controlan el 50 por ciento de los asientos de la Cámara, por lo que sólo necesitarán un voto más (probablemente del Panal) para aprobar el presupuesto federal y modificar leyes secundarias. Esta cuasi mayoría absoluta ofrece a Peña Nieto un margen legislativo que ningún presidente mexicano ha disfrutado en la segunda mitad de su mandato desde Carlos Salinas de Gortari.

En el caso de la oposición, ideológicamente la derecha controla 21.6 por ciento de las curules (el porcentaje más bajo para el PAN desde 1997) y la izquierda 24.2 por ciento. A estas cifras se suman el 2.2 por ciento de los escaños del Panal y el 1.6 por ciento de Encuentro Social, partidos que —por motivos diferentes— son difíciles de posicionar en el espectro ideológico y de etiquetar con claridad como “oposición”.

Además del reto perenne para construir un frente común a partir de fuerzas ideológicamente contrarias, en esta legislatura la oposición tendrá un reto adicional para coordinarse: el enfrentamiento y fragmentación de la izquierda.

El bloque legislativo de izquierda está integrado por cuatro partidos: PRD (11 por ciento), Morena (7 por ciento), Movimiento Ciudadano (5 por ciento) y PT (1.2 por ciento). Si bien este no es un hecho inédito (en 2006-09, con el PASC, también hubo cuatro partidos de izquierda con asientos en la Cámara de Diputados), sí es novedoso que el peso relativo de las dos principales fuerzas de izquierda sea tan balanceado. Y podría volverse aún más parejo si los diputados del PT deciden sumarse a la bancada de Morena ahora que su partido ha perdido el registro.

Por sí mismo, la similitud en la relación de fuerzas de las bancadas legislativas del PRD y de Morena no tendría que ser un problema para que estos partidos impulsaran una agenda común. Pero si los hechos recientes son una referencia confiable de lo que serán las estrategias de estas dos organizaciones políticas a mediano plazo, parece poco factible que el partido de López Obrador vaya a estar dispuesto a construir una alianza legislativa con el del sol azteca.

La mesa está puesta para que Peña Nieto y su partido administren la agenda legislativa de los siguientes tres años con relativa tranquilidad en el Congreso más plural de la historia moderna de México. En el pasado, el PRI fomentaba la creación de partidos para dividir y debilitar a la oposición. Hoy puede confiarle esa tarea a la propia oposición.

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