Cambio de estrategia, no de naturaleza

Publicado en Milenio el 17 de agosto de 2015.

Pasado el corte de caja del 7 de junio y a menos de tres años de la elección presidencial, los tres partidos más grandes de México (por ahora, el PRD sigue en la lista) están en pleno proceso para elegir a sus nuevas dirigencias nacionales.

En el PAN y el PRD abundan las propuestas de diversos contendientes para “renovar”, “regenerar” e incluso “rescatar” a sus respectivos partidos. En cambio, en el PRI Beltrones adopta un discurso de continuidad y defensa de las reformas peñistas.

Más allá de la retórica y el resultado de cada una de estas contiendas, es poco factible que en los siguientes años veamos cambios significativos en la naturaleza clientelar, la organización interna y la forma de ejercer el poder de estos partidos. En parte porque el mercado de competencia electoral se los impide. Y en parte porque quienes parecen más comprometidos con una transformación real de sus partidos tienen pocas probabilidades de triunfar.

Pero si bien es improbable que en el mediano plazo seamos testigos de la “regeneración” moral y organizativa del PAN, PRI y PRD, es muy factible, en cambio, que veamos cambios importantes en las estrategias electorales que adopten sus nuevos dirigentes.

Dos factores, cuando menos, podrían impulsar estas modificaciones. El primero son los resultados que obtuvieron los tres partidos en la elección federal de este año. Las próximas bancadas del PAN, PRI y PRD en la Cámara de Diputados serán 5, 2 y 44% más pequeñas que las de 2012, respectivamente (la caída es de 25, 14 y 21% si la comparación es con 2009). El segundo factor es el intenso calendario electoral que se avecina. Además de la elección presidencial de 2018, en los siguientes tres años se renovarán 22 gobiernos estatales (casi 70% del total) y un número similar de congresos locales.

Al planificar las más de 20 elecciones estatales, los próximos dirigentes del PAN, PRI y PRD deberán considerar los resultados obtenidos en cada entidad, así como las implicaciones que éstos tendrán en la contienda presidencial de 2018; tanto para el partido en su conjunto como para sus propias aspiraciones presidenciales.

Como parte de esta planeación, los nuevos presidentes deberán tomar dos decisiones estratégicas particularmente relevantes. Por un lado, seleccionar a candidatos con buenas posibilidades de éxito, y hacerlo a través de procesos de designación que minimicen las probabilidad de que los perdedores busquen la candidatura en otro partido o apuesten por la vía “independiente”.

Por el otro, cada partido deberá definir si compite solo o en coalición. Para el PRI éste parece ser un asunto fácil de procesar internamente. Cuando le convenga, se aliará con el PVEM y, en ocasiones, con PANAL. En el PAN, partido que ha competido en solitario en todas las elecciones federales desde 2003, Anaya y Corral están a favor de construir alianzas electorales, pero tendrán que convencer al resto de la dirigencia sobre la conveniencia de competir de la mano de otro partido (particularmente el PRD). En el partido del sol azteca las coaliciones son un tema especialmente difícil. Si bien preferirían construir una coalición con Morena, el partido de López Obrador ha desdeñado reiteradamente sus ofertas. Y aunque una alianza con el PAN puede ser electoralmente rentable, ésta incrementaría los riesgos de escisiones.

Aunados a estos retos comunes, cada partido enfrenta desafíos específicos. A diferencia del PRI, donde Beltrones llega con el respaldo de buena parte del partido, los nuevos presidentes del PAN y el PRD deberán diseñar estrategias para reducir el encono entre sus facciones y alinear sus objetivos de cara a la elección presidencial. Para el PRD este es un tema especialmente relevante por el riesgo latente de que sus miembros y facciones migren a Morena. Por su parte, el PRI enfrentará una situación inédita: designar al próximo candidato presidencial siendo el partido en el gobierno y contando con un presidente partidista que si bien no pertenece al grupo de Peña Nieto, es respaldado internamente y tiene claras aspiraciones presidenciales.